¿Cómo forman los padres? – El Siglo

Vocación de Libertad

Es claro que el ser humano en su ya reconocida post modernidad vive fundamentalmente lo que Dee Hock, inspirador del sistema de tarjetas de crédito Visa en algún momento llamo “The Caordic Era”.

Dee Hock escribió en 1999 su libro “El nacimiento de la era caórdica” – “Birth of the Chaordic Age”-,  y en este proceso,se formuló tres preguntas:

1. ¿Por qué todas las instituciones, ya sean políticas, comerciales o sociales, son cada vez más incapaces de ocuparse de sus asuntos?

2. ¿Por qué los individuos de todas las partes tienen cada vez más conflictos y se hallan cada vez más aislados de las instituciones a las que pertenecen?

3. ¿Por qué la confusión reina cada vez en la sociedad?

“Caórdica” es la unión de dos palabras: caos y orden. En lenguaje de Hock se trata de provocar un “caos ordenado” para un nuevo orden organizacional, o sea volver anormal todo lo que se ha hecho norma.

La palabra caórdica podría prestarse a erróneas interpretaciones por el componente “caos”, pero su verdadero significado no es sinónimo de desorden, sino más bien “desequilibrar” el statu quo –el paralizante confort-, para lograr innovación o un nuevo orden en las organizaciones.

Hoy, vivimos precisamente tiempos de caos y desorden, en desequilibrio con relación a un orden dado por el creador del universo y lo vivimos a partir de aceptar con ingenua o irresponsable comodidad el statu quo de una forma de vida que se origina en nuestras familias. Los padres, hemos dejado de ser padres.

En una expresión reduccionista de la vida del ser humano en este planeta, progresivamente la vocación paterna y materna centrada en la formación de nuestros hijos, se convirtió fundamentalmente en ser proveedores de bienes y servicios, es decir que la teoría del mercado se introdujo a nuestros hogares y convirtió a la familia en el ahora llamado Marketplace. Piénselo y ajústelo en su experiencia de vida.

¿Cuántos años convivimos padres e hijos? A lo largo de los años que convivimos con nuestros padres, ¿Cuántas horas fueron significativas y relevantes para nosotros? ¿Cuántas de aquellas experiencias fueron inolvidables e imborrables en nuestro modo de ser? Para ejemplificar estas preguntas, me permito escribir textualmente el testimonio de una familia.

“Cuando fui niño, tuve un padre que no convivió con nosotros. Su trabajo lo mantenía fuera de casa, por lo que sólo lo veíamos ocasionalmente en vacaciones o algunos fines de semana. Durante el verano, algunas veces íbamos adonde él se encontraba, pero yo no recuerdo que jamás él me haya cargado o dado algún consejo y no hubo ninguna interacción con él a nivel personal.

A medida que yo crecía, el darme cuenta que no tenía ninguna relación significativa con mi padre, me dio un sentido de independencia.  Mis hermanos y yo confiábamos en nuestra madre o mutuamente entre nosotros para apoyo emocional.

Cuando mi padre aparecía, le dábamos el respeto de ser cabeza del hogar, lo obedecíamos.  Pero como sabíamos que pronto partiría otra vez, su presencia era más tolerada que apoyada. Había una discrepancia. Cuando en nuestro vecindario había dificultades o diferencias de opinión y alguien hablaba mal de nuestro padre, lo defendíamos y lo apoyábamos.  Un ataque de crítica a nuestro padre significaba una crítica a nuestra familia.  Después de todo, él fue un hombre honesto que trabajaba mucho para ser nuestro proveedor. Sin embargo, parecía saber relacionarse mejor con otras personas, que con su propia familia.

Cuando me convertí yo mismo en padre de familia, comencé a darme cuenta de que independientemente de sus deficiencias, mi padre debe habernos querido y preocupado por nosotros.  El hecho de que su propio padre (mi abuelo) hubiese muerto tres semanas antes de que él naciera, lo dejó con un vacío en su propia vida, de lo que nunca pudo recuperarse.

Hoy me parece que mi padre no tuvo un modelo a seguir que le hubiese mostrado cómo debe comportarse un padre.  Aparte, sus propias inseguridades le impidieron ser lo que pudo llegar a ser. A pesar de su alejamiento, mi padre nunca abandonó a su familia. Él sabía que necesitábamos apoyo económico y lo hizo hasta el término de nuestra carrera.  Yo ahora pienso que nos dio todo lo que pudo, habiendo sufrido él mismo una carencia de apoyo emocional”.

En el caso de esta persona, se nota la falta de un modelo masculino en la familia. Es clara la búsqueda del hijo por el padre ausente. Esto nos conduce a reflexionar cuántos niños en la actualidad crecen con un padre ausente, hijos de migrantes y/o hijos de madres solteras. ¿Adónde se han ido los padres?

Conecte usted ahora el caos que vivimos como país, provocado en gran parte por el abandono real de nuestro rol de padres formadores de las futuras generaciones y el orden con que necesitamos volver a conectarnos. Hay un rol muy relevante que como ciudadanos tenemos que empezar a ejercer desde el mismo centro de la célula de la sociedad, nuestras familias. Nunca y permítame repetirlo, nunca habrá una solución sostenible de transformación y cambio para Guatemala, mientras los padres, no retomemos el rol verdadero de ser padres. ¡Piénselo y actúe!

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