Teorema
Tecún Umán, también conocido como Ahau Galel, (el nieto del rey), sigue siendo considerado el máximo representante de los k’iche’s por haber enfrentado a los invasores europeos hace casi 600 años. De haber triunfado, habría preservado la libertad de su pueblo, sus creencias y costumbres, su autonomía y su derecho a la autodeterminación. Al ser derrotado, el reino de los k’iche’s de Q’umarkaj y su grandeza desaparecieron. Sólo quedó el territorio que ahora ocupan otros, con cultura y visiones distintas. Nosotros, los mestizos, surgimos como consecuencia de aquella derrota. El mestizaje alcanzó a los mismos k’iche’s, que ahora ya no son los de entonces. Aquellos desaparecieron.
Permítame un breve recordatorio: El 20 de febrero de 1524 se libró una batalla en el valle de Pinal, al sur de Xelajú. Por un lado, el conquistador Pedro de Alvarado con 135 hombres a caballo, 120 soldados a pie y 400 indígenas aztecas, traxcaltecos y cholutecos, a quienes también se había unido gran número (no registrado) de kaqchikeles. Estos eran enemigos de los k’iche’s quienes los habían derrotado y avasallado. Por el otro estaba un ejército que se estima en 8 mil hombres, formado por los poderosos guerreros k’iche’s, cuyo reino es considerado como una de las civilizaciones más poderosas de Mesoamérica en el período postclásico (900 a 1521).
Los españoles vestían relucientes armaduras, se cubrían con vistosas telas y montaban briosos caballos. Los k’iche’s, en cambio, apenas cubrían sus partes íntimas con tejidos rústicos. La piel blanca y el cabello rubio de muchos europeos impresionaban a los k’iche’s cuya estatura era menor que la alzada de los caballos españoles. Los veían como dioses. Lo más grave para ellos, lo fatal, fue pensarlos como si fueran centauros griegos, como si hombre y bestia fueran uno y, siendo así, al matar una parte, también moriría la otra.
La batalla fue tremenda, encarnizada, con muertes de ambos lados. Los españoles se las arreglaron para involucrarse lo menos posible en el combate, favoreciendo que fueran sus acompañantes indígenas quienes estuvieran al frente (por entonces, los europeos dudaban si los aborígenes tenían alma, si eran humanos). Xequiquel, el riachuelo que por allí corre, se tiñó de rojo, mayormente de sangre indígena. Tecún Umán identificó al jefe invasor y fue a por él, clavando su lanza en el pecho de su caballo, que cayó muerto. Para su asombro, vio como Alvarado, en vez de expirar, se levantó, caminó hacia él y lo atravesó con su espada, causándole la muerte. El 20 de febrero próximo, hará seis siglos del fallecimiento de Tecún Umán.
El fiscal José Rafael Curruchiche Cucul, Jefe de la Fiscalía Especial contra la Impunidad ―FECI―, quien podría tener nobles genes de Tecún Umán o de uno de sus valientes guerreros, tiene más enemigos que los que cualquiera querría para sí. Y son poderosos. Entre ellos, Antony Blinken, secretario de Estado de los Estados Unidos, quien llegó al extremo de crear un listado conocido como “La lista Engel”. En ella, mañosamente, incluye a un conocido delincuente que guarda prisión en Estados Unidos y a su lado hace figurar a Curruchiche, un hombre comprometido con la creación de un Estado de Derecho en Guatemala. La vergüenza de esa lista no recae sobre el fiscal sino sobre Antony Blinken, James Biden, Kamala Harris y Nancy Pelosi quienes la crearon, infames que infaman.
Biden, Harris y Pelosi como mandatarios y Blinken como mandante, concedieron asilo a prófugos de la justicia guatemalteca y rehusaron acceder a peticiones de extradición presentadas por nuestro gobierno. En su mayoría se trata de magistrados, fiscales y jueces quienes, siendo funcionarios del Estado guatemalteco, actuaron bajo órdenes del Department of State ―DoS―, la embajada de los Estados Unidos y la CICIG. Algunas veces las órdenes que recibían de la Embajada eran contrarias a los intereses de Guatemala. Obedeciendo a la CICIG, incurrieron en delitos como uso de testigos falsos, abuso de autoridad, falsedad, ocultamiento de pruebas y otras acciones contrarias al debido proceso. Ellos debilitaron el Estado de Derecho en Guatemala.
Las demandas de extradición no fueron cursadas por traición a la Patria sino por enriquecimiento ilícito y crímenes semejantes, que podían ser demostrados fehacientemente. Son figuras icónicas de este proceso Thelma Esperanza Aldana Hernández, exfiscal general, acusada de haberse beneficiado con la compra sobrevalorada de un edificio en la zona 5 y Juan Francisco Sandoval Alfaro exjefe de la FECI, a quien se le imputa haber “negociado” con la empresa Odebrecht un acuerdo que la eximía de demandas millonarias a cambio de una suma de dinero para él. Se le imputan más de 40 delitos adicionales. A otros ex operadores de justicia en Guatemala se les acusa de distintos delitos, penales y administrativos.
La inmensa mayoría de sindicados por estas y otras fechorías, en vez de presentarse a los tribunales guatemaltecos buscando desvanecer las acusaciones, se fugaron. La mayoría buscó refugio en Estados Unidos y la protección del DoS que los había instrumentalizado a través de la CICIG. Fueron recibido por la vicepresidente Harris. Obtuvieron respaldo para emitir denuncias, muchas veces falsas, en contra de diferentes autoridades guatemaltecas. Se hicieron pasar por lobistas, pero muchas veces actuaron como mensajeros de ese gobierno en sus esfuerzos por desacreditar a funcionarios locales.
En Guatemala encontraron eco en diferentes organizaciones de la autodenominada “sociedad civil”, grupo de oenegés que recibe financiamiento millonario del señor Soros y de los gobiernos del norte de América y del norte de Europa entre otros. Además, la mayor parte de medios de prensa nacionales (y extranjeros) también son enemigos de Curruchiche. Lo difaman de muchas formas, excepto por haber enriquecido, tema en que el Fiscal de la FECI permanece impoluto.
Ahora, como si tales enemigos fueran poco, Curruchiche anunció que investiga a varias entidades políticas. Los acusa de fraude y otros actos delictivos para conseguir su inscripción como tales. Para ello, estos partidos abrían estado en contubernio doloso con magistrados del Tribunal Supremo Electoral, así como del Director General del Registro de Ciudadanos. Estas acciones involucran tanto al TSE actual como a más de uno anterior.
Creo que la vida del fiscal Curruchiche podría encontrarse en peligro. Tiene tantos y tan poderosos enemigos que, si un atentado llegara a suceder, su autor podría ser, desde la sofisticada CIA hasta un grupo de sicarios de la zona 18. Desde luego, la CIDH jamás pediría al gobierno proveer medidas especiales de seguridad para Curruchiche. Para él posiblemente dirá: ¡Que se joda!
Personalmente veo con legítima admiración al señor Curruchiche. Creo que su actuación se ciñe estrictamente dentro de la ley, algo que no tiene antecedente. Pienso que está marcando un hito en lo que al Debido Procedimiento legal respecta. Es perseverante, tenaz, acucioso no deja cabos sueltos. Ha fortalecido el Estado de Derecho en nuestro país como ningún otro. Pienso que todos tenemos una deuda de honor con él, tanto que importa menos el resultado de las gestiones que realiza. Está haciendo lo correcto, de la manera correcta. Será un juez quien decida sobre la culpabilidad o inocencia de los imputados. A nosotros nos corresponderá aplaudir lo actuado y acatar esa resolución, sea cual fuere.
Me sorprende, y apena, que ninguna institución del Estado, como el Congreso, la Presidencia de la República o el Organismo Judicial le haya rendido los honores que merece. En lo privado, las asociaciones de jueces, las cámaras empresariales, las universidades… guardan silencio. ¿Será que algún día lo veremos izar la bandera en la zona 4? ¿O seguiremos limitados a hacer discursos a favor del Estado de Derecho?
Los tortuosos caminos de la jurisprudencia marcan la ruta por donde habrá de transitar la legalidad, pero habremos de aceptar que no necesariamente conducen a la Justicia. Llegar hasta ella es solo un ideal.
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