Ventana Cultural
Hace poco tuve la oportunidad de volver a ver la película “El Guerrero Pacífico”. Un filme adaptado del libro que lleva su mismo nombre, donde el autor relata su experiencia con un despachador de combustible. Un anciano que se le aparece en sueños. Como un ser que está en su presente para enseñarle algo. Y realmente, a quienes tienen la mente abierta y los oídos dispuestos, puede aprender muchas cosas.
La película tiene muchas enseñanzas. Pero, en lugar de listarlas cada una, haremos un resumen de ellas y veremos cómo la podemos poner en práctica. Porque, a eso nos invita esta película, a reflexionar y practicar las enseñanzas.
Desde que nacemos, nos forman y educan con una creencia religiosa, con una forma de ver, comer, sentir y vivir, una costumbre moral que te dice que está bien y qué está mal. Desde niños hacemos preguntas que, a la larga, tal vez no encontramos respuesta, ya sea porque nuestros progenitores no saben, no han investigado, o no les interesa. ¿por qué me muevo? ¿Cómo logro mover mis dedos? ¿por qué el cielo es rosado al amanecer y atardecer? ¿por qué voy al colegio? Etc. Aunque me inclino más en las dos primeras razones, hay algunos padres que pueden entrar en la tercera categoría. Hay respuestas que no las vamos a encontrar afuera, nadie nos puede dar respuesta, solo nos toca indagar, escuchar, aprender.
Hay padres que exigen a sus hijos lo que ellos no pudieron realizar, si ellos no los realizan, no son el profesional que ellos esperan, que sea el mejor deportista, que tienen que ir si o si por el oro sin importar en contra de quien pasan encima. El ser humano, vive tan apresurado en la vorágine de su vida que olvida detenerse a pensar en sí mismo y en el entorno. Tanto, que tiene que agradar a otros antes que agradarse a si mismo. No queremos encontrar respuestas, tenemos tanto miedo a encontrarnos que lo de afuera es mucho mejor que lo que hay adentro. Culpamos a lo que nos rodea, nos enojamos con el mundo externo, sin ver nuestro mundo interior y arreglarlo. Tenemos más conciencia ajena que conciencia propia.
El ser humano tiene la mente llena de voces. Estas nos dicen: come azúcar, come un chocolate, que rico es, come lo que Dios nos ha regalado, si los incas, los mayas o aztecas y todas las culturas de América Latina lo hacían, ¿por qué tú no? ¡Que importa! Tienes el colesterol alto, los triglicéridos hasta las nubes, pero tú haces caso a lo que los demás te dicen. Debemos aprender a escucharnos, escuchar nuestro cuerpo, detenernos en medio del corre corre del día. Debemos botar la basura. La mente se va al pasado, lo trae al presente y resientes el hoy, la mente se va al futuro, lo adivina y te mete miedo por lo que pasará, cuando ni siquiera ha pasado y puede que nunca pase.
Nuestra mente es sólo un órgano de reflejos, nos muestra la punta de nuestra nariz, no ve más allá de ello. Una mente llena es incapaz de adquirir nuevos conocimientos. Debemos quitar lo que no necesitamos. ¿Cómo? Observando nuestros pensamientos. Es difícil, pero ese es nuestro trabajo. Jamás creer que nada está pasando porque todo está pasando en el mismo instante, solo debemos observar.
Cuando hayamos aprendido a vaciar la mente, disfrutaremos de este momento, estaremos aquí y ahora, estaremos más despiertos. No todos tenemos la mente abierta, no todos, por mucho que nos manden el mensaje, nunca vamos a aprender hasta que no nos demos con la piedra entre los dientes. No aprenderemos hasta que no nos caigamos tantas veces por una misma situación.
Cada situación que nos pasa, una caída, un accidente, una quemada, tiene un propósito en la vida, una enseñanza, algo que el mismo ciclo de la vida nos quiere indicar. Es una ley universal, que va a estar presente, la ley de causa y efecto. Newton la explica muy bien en sus leyes del movimiento, retoma una ley universal para aplicarla a sus estudios del movimiento.
¿Cuántas veces nos hemos ido de viaje y solo queremos llegar? ¿Has visto el paisaje? ¿te fijaste en los colores del follaje? ¿viste los colores del cielo? ¿cantaste a todo pulmón tu canción favorita? En lugar de pensar en el destino, mejor disfrutemos del viaje. Lo mismo pasa con la misma vida. Si tienes un proyecto, no pienses en el resultado, muchas veces, no sale como tú quieres, solo resulta como debe de hacerlo, solo piensa en el proceso, disfruta del viaje que el destino te sorprenderá.

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