Ventana Cultural
Bien dicen que “quien no conoce su historia, está condenado a repetirla”. Y, realmente, es cierto. Aunque en los países de Centroamérica se viva en una relativa democracia, salvo excepciones, las dictaduras siempre se enquistan de una u otra manera. No cabe duda, que lo que Guatemala está viviendo ahora, entra en el concepto de dictadura. Pero no de la dictadura común ni militar ni política, sino, de la social.
Hace unos días, se leyó en las noticias que allanaron las instalaciones del medio de comunicación El Periódico, y la casa del dueño y director de este José Rubén Zamora con los cargos de lavado de dinero. Siendo un cargo sumamente fuerte, no se puede esperar más de aquellos que siempre buscan callar a aquellos que pretenden denunciar los atropellos que los gobiernos propician en contra de la población.
Recordando la historia de Guatemala de principios del siglo XX, precisamente, la década de los años 30´s donde fungía como presidente de la república Jorge Ubico. En ese mismo período, también era presidente en El Salvador Maximiliano Hernández Martínez quien quedó en el poder luego de un golpe de Estado asestado al electo presidente Arturo Araujo.
Durante el régimen de Ubico, la represión era tal que ningún habitante podía hablar o denunciar las atrocidades que hacían en dicha gestión. Los intelectuales o eran encarcelados o eran exiliados por la dictadura. Muchos libros, como El Señor Presidente, del Premio Nobel de literatura de 1967 Miguel Ángel Asturias fueron vetadas por su contenido. Incluso, las instituciones educativas tenían que enseñar de un modo que agradara a la poderosa oligarquía tanto guatemalteca como a los accionistas del monopolio de la United Fruit Company, que entró al país durante el gobierno de Estrada Cabrera.
Muchos dirán ¿Por qué nos habla de esto? Recalco la sentencia que dicta: “quien no conoce su historia, está condenado a repetirla”. Es necesario mencionarla para ponernos en contexto, ya que, lo que está sucediendo a nivel de Órgano Judicial, afecta al que dice la verdad, al que investiga, al que piensa, y, peor aún, aquellos que no pueden defenderse, o “los que van a pie”. Solo aquellos que se han vendido al mejor postor, prostituyéndose para obtener migajas de reconocimiento y la promesa de dejarles en paz.
Desde el golpe de Estado perpetuado a Jacobo Arbenz en 1954 por los accionistas de la United Fruit Company, los hermanos Dulles, que, dicho sea de paso, uno era Secretario de Estado del presidente Dwight D. Eisenhower, y el otro, presidía la Oficina de Inteligencia de Estados Unidos, mandaron a Carlos Castillo Armas a detener las acciones que Arbenz estaba realizando. El mayor detonante fue el Proyecto de Ley de la Reforma Agraria donde ponía las tierras ociosas a trabajar y producir. Creando todo un aparataje para que Guatemala sea próspera e independiente como decía el acta firmada el 15 de septiembre de 1821.
Sí, luego de la caída de Ubico y su sucesor Ponce en 1944, a Juan José Arévalo estuvieron deteniendo más de 48 golpes de Estado, por su postura social al crear el Ministerio de Trabajo, el Código de Trabajo, el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social, las escuelas tipo federación, entre otras cosas, enfrentarse al embajador norteamericano con estas palabras: “Guatemala será aliada de Estados Unidos, pero lo será de pie, no de rodillas”. Estas palabras llevaron a la Unión Norteamericana – un caballo que no tiene nombre, como diría una canción del grupo América – a considerar estos actos de desacato, como comunismo. Si Juan José Arévalo era tomado como tal, siendo este socialista, Jacobo Arbenz, era visto como el mismísimo demonio en persona.
Después de esos actos cobardes, de desórdenes, por una estrategia bien característica de aquellos a quienes tocan sus intereses. Tocando la fibra del miedo, dando inicio con la guerra psicológica creando paranoia, temor, zozobra. Mensajes como: “cuidado, los comunistas son malos, robarán a sus hijos y los adoctrinarán, no permitan que les quiten sus cosas que han trabajado tanto…” no tener armas para defenderse, estar sitiados por todas partes, bombas, tanques y todo arsenal blindado de Estados Unidos, era imposible proteger el país y la ciudad, y, como buen militar y estratega que era, decidió llamar a la retirada.
Desde ese momento, a Guatemala le robaron el sueño de los ojos, la sonrisa de los labios, la esperanza en el corazón, le robaron la primavera, al país de la eterna primavera, y, por casi setenta años, no la ha recuperado, arrebatándoselas a aquellos que pretenden sembrar para que florezca, halando las plantas “para que crezcan más” marchitándolas en el camino. Callando a los que alzan la voz. Así como pasó durante las huelgas de 1944 sofocadas por el gobierno y con muertos a su paso. Lo mismo estamos viendo ahora con estos actos deleznables para callar a aquellos que se atreven a alzar la voz.
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