Teorema
Milei es espectacular, calificativo que empleo en el más literal de sus sentidos. Antes de ser presidente ya era conocido por prácticamente toda la gente culta del planeta. Sus presentaciones en público y las entrevistas que le hacen, son eso: espectaculares. Los periodistas lo buscan incesantemente porque saben que su público los verá con interés. Otros políticos son pelmas, aburridos, redundantes, sin nada que aportar al debate público. Milei en cambio siempre tiene algo interesante qué declarar. Identifica la pauta del gobierno en los medios como una forma de soborno para que silencien noticias incómodas. Los periodistas digieren la parte que les toca y lo siguen buscando.
Después de ganar la elección en Italia, Giorgia Meloni dio un discurso muy exitoso en Madrid que dio la vuelta al mundo. Siendo candidato, Milei también lo hizo consiguiendo un público aún mayor. Ambos vídeos circularon por doquier siendo traducidos a muchos idiomas. Algo parecido sucedió cuando en esa misma gira visitó Italia, Hungría y otros países. Fue recibido con ovaciones y aplausos del público, como si se tratara de un cantante de moda. Los gobiernos guardaron prudente distancia, seguramente lo vieron por la TV. Manifestantes en Bolonia, Italia, en repudio a su alcalde socialista, usaron máscaras con el rostro de Milei gritando ¡Viva la libertad, carajo!
A los gobiernos socialistas de Europa, Milei no les hace la maldita gracia. Él piensa y dice lo opuesto a lo que ellos hacen. Afirma la importancia de gobiernos reducidos, a cargo de temas puntuales como la seguridad y la justicia. Sólo así –dice— permitirá que la gente se desarrolle en libertad. Hay un fondo filosófico en esto: Se tiene confianza, o no se tiene, en el potencial del ser humano. Quien lo tiene confía que, en libertad, los ciudadanos alcanzan su propio desarrollo con base en su esfuerzo, habilidades y conocimientos. Habrá que aceptar resultados tan desiguales como diferentes son las personas y sus propias metas de superación. Si para buscar igualdad, el gobierno interviene quitando a uno para dar a otro, se corre el riesgo de destruir el premio al esfuerzo como incentivo fundamental.
La tesis contraria es creer que los hombres necesitamos la guía y protección del Estado y que buscamos metas igualitarias. Empero, si vemos a nuestro alrededor encontramos que la casi totalidad de lo que nos rodea proviene del genio y la creatividad de seres libres. Muy poco proviene de los Estados, que en temas de producción casi nada crean, pero sí es mucho lo que estorban.
En el norte de Europa, utilizando a la Unión Europea como escudo (ellos mismos), sus gobiernos han regulado la vida de sus pobladores hasta extremos que hace solo cinco años eran impensables. Con la pandemia como excusa, obligaron a que la gente, antes de entrar a un restaurante o abordar un autobús, demostrara estar vacunada. Ahora, con la excusa del calentamiento, quieren que los ganaderos sacrifiquen a su ganado y que los agricultores dejen de sembrar la tierra. En EU, indudablemente, Biden detesta a Milei. Pobrecito Biden.
Al buscar personajes políticos a lo largo del mundo y en toda su historia, tan ampliamente conocidos como Milei hay muchos. Regan, Thatcher, Putin, Churchill o el mismo Hitler dentro de los recientes. Pero casi todos adquirieron reputación internacional hasta después de haber asumido el poder. Todos sabemos algo, bueno o malo, del Papa Francisco, pero relativamente pocos, aún en Argentina, tenían idea de quién era Jorge Bergoglio antes de ser nombrado Cardenal.
Así pues, el ahora presidente Javier Milei, no es un fenómeno propio de Argentina. Se trata de una figura internacional que habrá de pasar a la historia. No creo que mi visión de él –que es muy positiva— cause sesgo a esta exposición. Estoy convencido de que si “la casta” política argentina y la poderosa y eficaz (Putin así la califica), maquinaria internacional utilizada para causar desprestigio lo permiten, tendrá éxito y pasará a la historia como el presidente que sacó a su país de una quiebra virtual y lo transformó en modelo para el mundo, como lo hicieron Deng Xiaoping en China y Lee Kuan Yew en Singapur.
A fines de los años 80, con menos de 20 años, Milei formó el grupo de música ”Everest” donde él tocaba la batería e interpretaba música de The Rolling Stones y composiciones propias. También fue futbolista en el Club Chacarita. Un día se interesó por la economía y se matriculó para una licenciatura en la Universidad de Belgrano (1988-93). Después hizo una maestría, también en Economía, en la Universidad Torcuato Di Tella. En 2022 la ESEADE argentina le confirió un doctorado Honoris Causa.
En años posteriores a la licenciatura, se dedicó a enseñar diferentes temas económicos, hasta dar clases de Microfinanzas y Economía Austríaca a alumnos de postgrado. Al inicio de su actividad docente tuvo dificultades: En 2004 fue destituido de la Universidad Argentina de la Empresa –UADE— cuando una estudiante se quejó de que él utilizaba un lenguaje grosero en sus clases. Me pregunto: ¿Qué sentirá hoy, 20 años después, aquella jovencita quejosa? ¿Y el rector o decano que decidió su expulsión? ¿Acaso se percibirá como el editor que rehusó publicar el primer libro de JK Rowling, la autora de Harry Potter?
Mientras desarrollaba importantes trabajos como economista en varias instituciones, Milei se mantuvo cerca de la academia todo el tiempo, muchas veces como autodidacta. En 2010 incursionó con éxito en el mundo mediático, primero como articulista de opinión. En 2015 pasó a la TV, creó su propio programa con el que adquirió tanta notoriedad como para llegar a ocupar, años después, el cuarto lugar entre las cien personas con mayor influencia en Argentina. En 2019 se afilió al Partido Libertario, mismo que lo nombró su presidente honorario. Fue entonces cuando inició su actividad política electoral.
Dos años después (10.12.2021) Javier Milei junto a Victoria Villarruel (la actual vicepresidente) fueron electos diputados nacionales. Su discurso basado en la libertad se volvió incendiario y al siguiente año decidió aspirar a la presidencia de la República. La suya fue una campaña atípica. Ofrecía ese bien abstracto llamado libertad, a una población habituada a vivir bajo la tutela del Estado y a ser tolerante con los abusos de sus funcionarios. Más de la mitad (51.7%) de la población recibía algún tipo de asistencia económica estatal para sobrevivir. Durante muchos años, ese “gasto social” fue cubierto emitiendo moneda, contratando deuda y aumentando la carga fiscal. Las consecuencias, que la gente se mostraba distraída de reconocer, fueron inflación, alto costo de servicio de deuda con la subsiguiente pérdida de capacidad crediticia y cierre de empresas lo que significó desabastecimiento y pérdidas de empleo. El país se había convertido en uno donde la pobreza era mayoritaria.
Otro rasgo atípico en la campaña proselitista de Milei, fue que no mintió, no engañó, dijo lo que haría si era electo. Los argentinos tenían que sufrir, aún más, para salir del caos. No sabía cuánto tiempo tomaría. El bienestar que podía ofrecer estaba en un futuro lejano. Massa, su opositor en balotaje, tenía un discurso seductor. Ofrecía bienestar, crecimiento, riqueza… decía que, mediante políticas de Estado, crearía empleo con mejores salarios. Desde nuestra lejana Guatemala, estupefactos veíamos como aquel, que había sido artífice de la pobreza argentina, se erigía como creador de riqueza, se burlaba y ridiculizaba a Milei. En el último debate, Massa lo arrolló a Milei, ganó abiertamente la argumentación, pero los electores no le creyeron.
En horas de la noche del primero de marzo anterior, al inaugurar el período de sesiones del Congreso y presentar su informe sobre el estado de la Nación, el presidente Milei pronunció un poderoso discurso. En la primera parte refirió, con cifras, la pavorosa gravedad de la crisis nacional. Recordó al expresidente Menem cuando dijo que “El coraje de un pueblo no se comprueba únicamente en el campo de batalla para enfrentar desgracias, sino que también se comprueba por la cantidad de verdades que es capaz de soportar”.
La segunda parte, continuamente interrumpida con vítores y aplausos la utilizó para referir lo que ya había hecho o estaba haciendo para resolver la crisis. Aseguró que: “El secreto del cambio es concentrar toda la energía, no en luchar contra lo viejo, sino en construir lo nuevo.” En la parte final presentó un plan de diez puntos, un tanto débil y timorato, para ser discutido con los políticos de oposición. Metas tan débiles como “Reducir el gasto público en torno al 25% del PIB.” ¿Por qué no 10%? O algo tan impreciso como “Que las provincias avancen en la explotación de los recursos naturales.” Y así…
Creo que trata de conseguir el apoyo de los opositores quienes, si lo refutan, serán criticados por el público y si lo negocian proponiendo modificaciones, las aceptará, ya que de todas formas serán poco relevantes.
A 6,437 km de distancia, muchos guatemaltecos deseamos que un discurso parecido al de Milei sea pronunciado aquí. Tal vez algún día… Mientras tanto, seguiremos escuchando la versión autóctona de los Sergio Massa locales, surgidos de la “rosca ampliada” que sigue el consejo de políticos más viejos que consideran un grave error político decir la verdad y recomiendan ofrecer solo “dulcitos” a los electores.
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