A unos dos años de las elecciones presidenciales del 2024, la campaña política en República Dominicana pareciese haberse adelantado, actos que violentan lo establecido en la Ley Orgánica de Régimen Electoral No. 15-19 del 18 de febrero de 2019, que instituye en su Artículo 55, “Apertura y Cierre de la Campaña Electoral: El período de campaña se entenderá abierto desde el día en que se emita la proclama por parte de la Junta Central Electoral, y concluirá a las doce de la noche del jueves inmediatamente anterior al día de las elecciones”. Hasta la fecha, el órgano electoral no ha anunciado inicio de campaña, no obstante, los partidos y sus líderes hacen caso omiso, ya que la campaña en sus diferentes formas es de manera constante, la recurrencia de quienes tienen aspiraciones en actividades políticas como el cara a cara, visitas a provincias, juramentaciones de nuevos miembros y la activa presencia en los medios de comunicación, en especial las redes sociales, así lo confirman.
Tal como expresa Vladimir Rozón (2018) en La Extemporaneidad de las campañas electorales en la República Dominicana:
“En República Dominicana, al igual que prácticamente en toda América Latina, en términos legales o normativos las campañas electorales se circunscriben a un período determinado, que por lo general inicia cuando las autoridades electorales competentes la proclaman y termina un día antes de los comicios (esto puede variar). Sin embargo, las violaciones a este principio constituyen un factor común tanto en la mayoría de los países de la región como en República Dominicana; dicha vulnerabilidad es la que da origen a las denominadas campañas extemporáneas”.
Es precisamente lo que se vive y no es una práctica de ahora, como bien señala Rozón, tampoco es exclusividad de República Dominicana. La campaña siempre ha estado presente, con la gran diferencia que en la última década el uso de las redes sociales ha jugado un rol protagónico en esos procesos. Por lo qué, controlar el continuo debate resulta difícil, por no decir imposible para el órgano electoral dominicano. Aunque pueden aplicar las sanciones correspondientes, no ocurre más que un llamado de advertencia. Todos los partidos y sus políticos, sin excepciones promueven y realizan actividades de este tipo.
En el caso del gobierno, no se le podría atribuir campaña en sí misma, aunque la publicidad constante para mostrar las ejecutorias llevadas a cabo por la presente gestión, los coloca en ese grupo, pueden justificarse. Con el presidente Luis Abinader, que a dos años de gobierno, aún goza de buena valoración en la población, baja tasa de rechazo (23%), con la posibilidad de una repostulación, y con un camino a lo interno de su partido totalmente despejado, a mitad de mandato, se perfila como el candidato a la reelección. Sin embargo, muchos de sus funcionarios le hacen sombra a su gestión, ocasionando que una parte importante del pueblo les compare con los gobiernos del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), del cual el Partido Revolucionario Moderno (PRM), se desprende, lo que obliga al propio presidente a asumir roles que muchas veces no son parte de sus funciones. Del otro lado, una oposición que luce protagonizada por el expresidente Leonel Fernández, en la búsqueda de un cuarto mandato y un quinto round, y que como reza un refrán popular, “en el reino de los ciegos, el tuerto es un rey”, porque a estas alturas que “el líder” goce de la simpatía del pueblo y se perfile como candidato presidencial de su partido la Fuerza del Pueblo de cara al 2024, deja mucho que desear.
Llama más mi atención que sea Fernández la figura que esté liderando el debate político en esta media isla y que de manera permanente se encuentre en campaña, sobre todo, con un discurso donde se presenta como un candidato fresco y sorprendido por cosas que él ni su partido durante veinte años de gobierno lograron resolver o mitigar. Pero su narrativa se cae, porque comparar veinte años de gobierno en un país gestionado sin los efectos de una pandemia de crisis global, con un gobierno que no llega a sus dos primeros años, y gobernado bajo condiciones poco favorables en todos los ámbitos, definitivamente, no le luce.
Aunque en sus recientes pronunciamientos se sinceriza y reconoce que hay crisis, resalta la culpa sobre la gestión del presidente Luis Abinader y el Partido Revolucionario Moderno (PRM); acción poco responsable de su parte, para alguien que conoce sobre el manejo de los asuntos del Estado y es considerado como un estadista, pareciese que está acudiendo al populismo y a la demagogia. Con la Fuerza del Pueblo y su candidato de lleno en campaña, juramentando nuevos miembros, recibiendo militantes que abandonan la fila del antiguo partido, recorriendo el país con promesas de más de lo mismo, y agarrando cualquier tema sensible a la población para hacer política, se han posicionado como la principal fuerza opositora. En la acera de enfrente, el Partido de la Liberación Dominicana, qué, tras su salida del poder por el hartazgo de la población, busca levantar la cabeza, no han definido candidato para las elecciones del 2024, y la verdad tienen pocas opciones.
El PRM que llegó al gobierno con una población con altas expectativas concentradas en su promesa de cambio, tienen el compromiso de dar un giro y despojarse del maleficio de su partido progenitor, pasar de un periodo de gobierno. El 2024 está al doblar de la esquina y todo apunta a que su mayor contrincante lo representa el candidato de la Fuerza del Pueblo, en la figura de Leonel Fernández, quien se presenta con un liderazgo robustecido. Después de 20 años, ¿se repetiría la historia del año 2004? Con una tasa de rechazo que ronda el 62%, revertir ese porcentaje a aceptación, la tiene un poco difícil.
Por otro lado, con el posicionamiento positivo de la figura presidencial de Luis Abinader y el reconocimiento por la recuperación del turismo tras la pandemia, lo cual favorece su candidatura reeleccionista. Sin dejar de lado el escenario global de crisis múltiples, con impacto directo en la política del país, y con un pueblo que vive de las emociones, le toca al PRM y al presidente, volcar su estrategia y dar un giro favorable a la presente situación que golpea el país, dos años no es mucho tiempo, pero les da ventaja. Y si realmente quieren mantener el poder más allá del 2024, deben alejar su política de la vieja escuela de la cual gran parte de sus miembros se graduaron, lo que podría resultar en un nuevo mandato perremeista. ¡Seguimos atentos!
Lea más del autor Los 100 días de Luis Abinader en la República Dominicana
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