Proceso judicial de Jesús, o deliberada ilegalidad

Logos

Dominio romano. En el año 63 antes de la Era Cristiana, los romanos conquistaron el territorio de Canaán, habitado por los israelitas. Lo llamaron Palestina, o Tierra de los Philistinus o Filisteos; y lo convirtieron en provincia de Roma.

Cuando Jesús ejerció su ministerio, el territorio de Palestina estaba dividido en tres regiones: Galilea, Samaría y Judea. Judea y Samaria eran parte de la provincia de Siria, cuyo gobernador era Poncio Pilato. Galilea era gobernada por Herodes Antipas, quien también gobernaba Perea, en el lado Este del río Jordán. El emperador de Roma era Augusto.

Externamente la suprema autoridad del pueblo israelita era el emperador romano; pero internamente, la suprema autoridad era el Gran Sanedrín.

Sanedrín. El Gran Sanedrín era una asamblea legislativa, judicial y ejecutiva del pueblo israelita, constituida por 71 sabios ancianos. En cuestiones judiciales era la suprema corte. La máxima autoridad era el Sumo Sacerdote. Había sanedrines menores, cada uno de los cuales tenía 23 miembros.

Jesús, sanedrín, fariseos y escribas. Jesús denunciaba la hipocresía religiosa del Gran Sanedrín y desafiaba su autoridad. Jesús también denunciaba la hipocresía religiosa de escribas y fariseos, y desafiaba su autoridad; y había emprendido un formidable ataque contra ellos. Los llamaba hipócritas, insensatos, guías de ciegos, necios y sepulcros blanqueados. Para el Gran Sanedrín y los escribas y los fariseos, Jesús era un peligro. Era una inaudita amenaza, un mal peor que el mismo imperio romano. Para sus discípulos, Jesús era un revolucionario dispuesto a derrumbar un régimen de corrupción de la ley de los israelitas, la Halajá.

Recurso para eliminar a Jesús. Se aproximaba la celebración de la Pascua; festividad que conmemoraba el día en que el rey de Egipto, el faraón, liberó al pueblo israelita de la servidumbre, el cautiverio o la esclavitud.

El Gran Sanedrín temía que, en ese día, podía haber una extraordinaria congregación de judíos; y Jesús podía crear la oportunidad de una rebelión contra el dominio romano. El emperador, entonces, podía emprender la devastación del pueblo israelita. El Gran Sanedrín se apresuró a acudir a un recurso que impidiera la presencia de Jesús en la celebración de aquella festividad.

El recurso era eliminar a Jesús; y la eliminación consistía en someterlo urgentemente a un proceso judicial, acusado de cometer un delito castigado con la pena de muerte. Ese delito era la blasfemia: Jesús había afirmado que era hijo de Dios. El Gran Sanedrín, sin embargo, no tenía potestas gladii, o poder de la espada, que era poder de dictar sentencia de muerte. Tenía ese poder el gobernador de Judea, quien, entonces, debía conocer el delito por el cual era acusado Jesús, y dictar o no dictar la sentencia de muerte.

Conjeturo que el propósito del Gran Sanedrín, de eliminar a Jesús, no era precisamente evitar una rebelión del pueblo israelita, que lo expusiera al peligro de ser devastado por Roma. Si ese hubiera sido el propósito, habría sido suficiente recluir a Jesús en prisión durante la celebración de la Pascua. Empero, realmente el propósito era eliminar a un enemigo que adquiría creciente poder. Conjeturo también que los escribas y los fariseos compartían ese propósito.

El Gran Sanedrín juzgó a Jesús y lo declaró culpable de cometer el delito de blasfemia; y finalmente logró que Jesús fuera sentenciado a muerte por crucifixión.

¿Fue legal o ilegal el proceso? Richard Wellington Husband, profesor de lingüística clásica del Darmouth College, en su obra El Proceso Judicial de Jesús, del año 1916, opinó que el proceso fue legal: “El arresto fue legal… La audiencia celebrada por el Sanedrín fue legal… El curso del proceso en la corte romana fue legal.”

Max Radin, profesor de derecho de la Universidad de California, de Berkeley, también opinó que el proceso fue legal. En su obra El Proceso Judicial de Jesús de Nazareth, del año 1931, afirmó: “Si solo una décima parte de aquello que Jesús declaró hubiese sido imputada a él, esa parte hubiera sido suficiente para acusarlo.”

Los actos del Gran Sanedrín demuestran que el proceso fue ilegal, y tornan inexplicable que Husband y Radin hayan opinado que fue legal. He aquí esos actos.

Primero. Jesús fue arrestado por orden del Gran Sanedrín. Empero, el arresto ocurrió durante la noche y secretamente; y no fue declarado el delito que presuntamente había cometido. Un arresto tal no era permitido por el régimen normativo penal del pueblo israelita. vigente en aquella época.

Segundo. El Gran Sanedrín sometió a Jesús a una indagación judicial durante la noche, en casa de Anás, quien había sido Sumo Sacerdote. Sin embargo, como afirmaron Agustín Lémann y José Lémann en su obra Jesús ante el Sanedrín, del año 1887, “ninguna sesión del Sanedrín podía celebrarse antes de la ofrenda del sacrificio de la mañana.”

Finalizada la indagación, Jesús fue atado y obligado a comparecer ante el Sumo Sacerdote, José ben Caifás, o Yosef Bar Kayafa, yerno de Anás. Caifás debía conducir el proceso.

Tercero. Jesús compareció ante Caifás durante la noche. Empero, como afirmó Samuel Mendelsohn en su obra Jurisprudencia Criminal de los Antiguos Hebreos, del año 1891, los procesos judiciales penales solamente podían celebrarse durante el día.

Cuarto. Un proceso judicial por un delito castigado con la pena de muerte debía celebrarse durante dos días continuos, con el fin de que el segundo día brindara la oportunidad de que comparecieran testigos que pudieran beneficiar al acusado. Un proceso tal no podía comenzar un día antes del día de una festividad religiosa, porque en un día festivo no podía celebrarse ningún proceso, y los dos días no serían continuos.

El Gran Sanedrín, sin embargo, comenzó el proceso un día antes del Sabbath; y no podía proseguirlo después de esta festividad, porque infringía la norma de continuidad de los dos días. El proceso, pues, ilegalmente duró un día.

Quinto. El Gran Sanedrín acusó a Jesús de cometer el delito de blasfemia, castigado con la pena de muerte. Era un delito religioso de los israelitas. El gobernador Poncio Pilato declaró inocente a Jesús.  Entonces fue acusado de cometer el delito de traición, castigado también con la pena de muerte. Jesús habría cometido ese delito porque se atribuía ser rey de los judíos; pero ese rey solo podía ser el emperador. Era un delito político de los romanos. Pilato lo declaró inocente.

Asediado por una amenazante muchedumbre, y en día festivo, en el que era costumbre que el gobernador liberara a un prisionero, Pilato propuso liberar a Jesús o al delincuente Barrabás. La muchedumbre, instigada por miembros del Gran Sanedrín, pidió la liberación de Barrabás y la crucifixión de Jesús.  Pilato aceptó la petición. Jesús, entonces, aunque declarado inocente, fue condenado a la pena de muerte. Es decir, la sentencia misma fue ilegal.

Hubo más ilegalidades: la acusación de Jesús por el delito de blasfemia ocurrió en la casa del Sumo Sacerdote, aunque debía haber ocurrido en la sede oficial del Gran Sanedrín; y la mayoría de los jueces eran enemigos de Jesús, y por ello no debían intervenir en el proceso judicial.

¿Jesús pudo haber sido, no juzgado, sino asesinado? El teólogo James Philip, autor de La Gloria de la Cruz, argumenta que Jesús no fue asesinado porque, si hubiera sido cometido ese crimen, entonces los asesinos habrían sido culpables, y Jesús, inocente; pero si era condenado a la pena de muerte por un juez, el juez habría sido inocente, y Jesús, culpable.

La historiadora Paula Fredriksen, en su obra Jesús de Nazaret, Rey de los Judíos, conjetura que, si Jesús no hubiera sido tan popular, Pilato hubiera podido asesinarlo y complacer a sus enemigos, es decir, los enemigos de Jesús; pero era muy popular.

Es inverosímil, sin embargo, que Pilato hubiera podido contemplar la opción de asesinato; pues él mismo creyó, y también su esposa, que Jesús era inocente. Por esa creencia, algunas Iglesias de Oriente, como la iglesia Copta y la iglesia de Etiopía, declararon santos a Pilato y a su esposa.

Ilegalidad no casual del proceso. La ilegalidad del proceso judicial de Jesús no fue casual. Fue un deliberado recurso para condenar a muerte a Jesús, con apariencia de culpa de él y de inocencia de los acusadores y del juez.

Precisamente el Sumo Sacerdote, Caifás, había afirmado que “convenía que un hombre muriera por el pueblo”, es decir, Jesús tenía que morir  para evitar que el pueblo israelita, rebelado contra Roma, fuera devastado. Lo había afirmado, aunque el propósito fuera eliminar a un enemigo del Gran Sanedrín.

Post scriptum. La temida rebelión del pueblo israelita, que provocaría la reacción de Roma con ímpetu devastador, ocurrió en el año 66 de la Era Cristiana, 33 años después de la muerte de Jesús. En el año 67 Roma invadió Galilea; y en el año 70 destruyó Jerusalén.

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