Relato: Los amigos inseparables – El Siglo

Preludios Opinionistas

¿Por qué los amigos inseparables? Bueno, cuando se cree en el amor, lealtad, apoyo, se unen los caminos, y acompañan a encontrar o reencontrar el o un punto de equilibrio. En muchas ocasiones suele suceder que, para ser feliz hay que pagar un precio más que el diamante, pero fracasan, porque la felicidad no se compra. Es decir, muchos fracasan porque no están dispuestos a esforzarse para ir cambiando de vida con lo que se tiene y comprender las realidades en que la vida nos inmiscuye e inserta.

Hay que ser feliz y disfrutar, lo que sucede a ciertos es que a diario hay que regresar a la vida pensando lo voy y puedo hacer mejor, y a diario esa nueva realidad es más importante, y más bonita. Lo seres humanos tenemos un ritmo, una canción un poema, prosa, o cualquier otra arte. Cada día, la vida esencialmente está llena de cosas sorprendentes, y cada vez que se tiene la capacidad se puede descubrir los cielos.

Cuando hace más de tres décadas, estando en mi casa, en la calle de cristal, un transeúnte debajo de un severo aguacero, preparó su mente con supra delicadeza cada una de sus ideas y planeó con sumo cuidado los instantes precisos, los espacios que aprovecharía para exponer y documentar cada uno de los materiales más valiosos de la obra del escritor. La lluvia era lo de menos, le permitía con fluidez ver un panorama más despejado. En ese momento su único amigo fiel de toda la vida, era la soledad escrita, dibujada desde su mente, pues tenía más de 40 años de vivir solo sin percatarse que su mejor amigo era su mente y soledad.

Él hablaba incesantemente con la lluvia, y le sacaba los mejores surcos escritos, y gota a gota era una noble palabra, verso, prosa que arreglaba. La lluvia para él era una espléndida música. De pronto, como cuando se ve y escucha un relámpago desde los cielos, la lluvia o el aguacero cesó repentinamente y solo se escuchó:  hay se fue.

Las calles en esos momentos estaban áridas, una sola alma no se veía, solamente un sabueso remojado, triste y temblando de frío. Él se le aproximó, le silbaba, hacia señas para que llegara, pero el moribundo permanecía estático hasta que él suavemente se le acercó cariñosamente y al ver su estado lamentable se quitó su camisa y lo abrigó, se lo llevó a su casa.

Estando en su casa compartió su comida y le abrigó con otra camisa, el perro se quedó  profundamente dormido, el escribano se fue a dormir a su cama de madera.  Al día siguiente se levantó como de costumbre a las 5 de la mañana -madrugada- eran momentos que pasaban los carretones, los comerciantes al mercado de la ciudad. Preparaba un desayuno: gallo pinto y ahora hizo dos huevos fritos y calentó dos tortillas del día anterior y pinolillo. Su amigo el perro dormía profundamente. Con el movimiento de los pasos y un poco de ruido de los platos de cocina, el perro despertó.

-Hola amigo -le expresó-. El sabueso le meneo la cola y le ladró amigablemente.

-Ven, aquí está tu desayuno -le señaló-. El perrito entendió y se dirigió donde le puso su comida. Lo acarició e inició una nueva amistad. Le puso una taza llena de agua.

El escritor, le dijo: “ya vengo amigo voy a ir a comprar unas cosas, te quedas en casa, cuida”. El escritor se fue. Como a las dos horas llegó. Abrió la puerta, y lo primero que hizo el sabueso fue lanzársele encima en señal de cariño, éste lo acarició y le arguyó: “aquí te traigo comida, ven come”.  El escritor se sirvió un café y después se fue a la mesa y se puso a escribir esta historia y otras más, el perro no se le despegaba, siempre estaba a su orilla, lo cuidaba.

Pero un día el escritor salió y como de costumbre, siempre dejaba a si amigo en casa, para que la cuidara, en otras ocasiones salían a caminar por ciertas calles de la ciudad o iban al parque, ahí el escritor le compraba una pizza. Hubo una ocasión que el escritor tuvo necesidad de salir urgente porque le habían hablado por teléfono de la imprenta, que ya está listo su libro. Dejó a su amigo perro en casa y le dijo: “Bruno, cuida como siempre y toma chupa estos dos caramelos”.  El escritor se fue feliz a traer su libro. Ese día unos ladrones penetraron a la casa, el perro les ladraba, no pudieron robar nada, pero se llevaron un libro borrador de una obra que preparaba su amigo escritor, pero con tan mala suerte, se llevaron el borrador difuso, inservible, pues ese día el escritor fue a traer a la imprenta su obra.

Cuando llegó él escribiente -escritor- a su casa observó demasiado inquieto a su perro amigo, y que sobre su escritorio no estaba el borrador. Entonces, se dijo para sus adentros: “que tontos, si eso ya no sirve para nada, aquí ya traigo impresa esa obra”. Así siguió el tiempo, ambos vivían felices, se cuidaban hasta que un día de viejo murió el perro, el escritor le compró  una cajita de madera y lo enterró en su patio jardín, y acompañó su entierro con música clásica en piano, violín. El escritor lloró porque su amigo inseparable dejó de existir.

Todos los días a las 5 o a las 6 de la mañana llegaba a su tumba a regarle agua y le ponía una flor y cada año le compraba un ramo de flores y se lo depositaba en su tumba. Con el tiempo en la tumba se fue haciendo un bello jardín. Pasó el tiempo. El escritor ya era de edad avanzada, a los 8 años siguientes falleció dejando publicado un libro ¡EL AMIGO Y JARDÍN DE BRUNO! dedicado a su amigo, el perro Bruno.

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